martes, 12 de enero de 2010

Dublín

Desde que he vivido en Dublín he aprendido cuatro cosas:

1. Vivir con tu pareja en un país extranjero es una gozada.

2. La música es más importante de lo que yo pensaba.

3. La importancia del sol.

4. Cuando vives sólo y no queda papel higiénico es una putada.

Bien. En Marzo me encontré ante la que iba a ser la mejor experiencia de mi vida. Y la conseguí como siempre suelo conseguir las cosas: Por rebote y porque me tienen pelota.

Aunque la otra parte que estuvo viviendo conmigo no opina igual que yo, por circunstancias varias que no voy a desmenuzar para no aburrir a la audiencia, Dublín es una ciudad cojonuda para vivir. No te podré decir nada ni de monumentos, ni sabré apreciar una obra de arte cuando la veo (si la escucho ya es otro cantar; literalmente). Pero se cuando me gusta mucho algo. Y se que Dublín me encantó. Se que lo echo de menos.

Me encantaba salir de currar (si, yo, Alfonso del Portillo), agotado (si, yo, Alfonso del Portillo), y poderme ir al Pub de debajo de MI CASA a tomarme una pinta de Guiness. O de lo que fuera, a veces P5030024me sentía exótico.

Y pasear por Temple Bar (eso si que es un monumento) y escuchar música EN DIRECTO, en todos lados, en los bares y en la calle.

                                                                 Vero deglutiendo una pinta

Y si decidías entrar a escuchar la música al bar, poder salir de el sin oler a humo.

Y también me gustaba mi barrio, Crumlin, no tenía nada, ni aceras, solo cemento, pero tenía su cosilla. Típicos adosados con más de una casa en cada uno de ellos. Que  Y además es el barrio dónde he compartido mi primera casa con mi novia. Las primeras peleas con el vecino (¡en inglés!, pudiendo llamarle hijo de puta a la cara sin que te soltase una ostia), las primeras peleas (con puñetazos, lo juro) entre dos vecinos.

Se han juntado tantas cosas en mi cabeza que ahora no puedo dejar de pensar en que me quiero escapar a Dublín y pegarme un paseo por mi antiguo barrio de Crumlin, ir andando hasta el centro de Dublín, tomarme unas cervezas y volver a dormir a casa. Pero eso ya no va a poder ser, porque le vacíe al dueño dos garrafas de aceite en la moqueta y le rompí la llave dentro de la cerradura.

Es lo que tiene negarle la devolución de la fianza a uno de Bilbao.

Todo esto, y más es Dublín. Los tres mejores meses de mi vida. Y nadie, va a conseguir que me olvide de ello. Ni que vaya de vez en cuando.

A jugar a pala!

Alf